jueves, 20 de marzo de 2008

Simulando que todo va bien

Lejos de la tierra que me ha visto nacer
llegan a mi las palabras estremecedoras:
personas que se aprovechan de los bienes comunes,
para exaltarse como grandes prodigios del país.

Se me atraganta la vergüenza, de ver cómo
las buenas intenciones se transfiguran,
en disfrute de quienes se inflan de poder.

Sí, tristeza y rabia, conjunto de sentimientos
que mi corazón no acalla.
El mismo que no entiende cómo puede haber
tanto vendepatrias y que encima se hace llamar mexicano.

En nombre de la tierra que nos ha visto nacer,
debería existir castigo tal,
que les hiciera desterrar a la miseria
desprovistos de lo que conocen.

Y que en aquellas tierras recordaran la suya propia,
al ver cómo otros la defienden con orgullo,
para preguntarse entonces: ¿cómo fui yo capaz
de robar, de ultrajar el cielo que me vió nacer?

Ay de aquéllos, que no saben
que la patria ni se vende ni se roba,
y que incluso estando lejos,
cuanto más lejos, más le duele a uno
en las entrañas.

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