con el imperativo del amor
que se me escapa de las manos.
Vuelvo a ser yo y tu corazón
que se me esconde,
que no me deja ver tus entretantos.
Vuelvo cuando la lluvia se asoma por la ventana
por la tarde,
cuando en el silencio tu apareces,
siempre de tu boca haciendo alarde.
Sin darme cuenta volví
como regresa el río al mar,
como se vuelve desde otra patria
al propio hogar...
Puse entre la entrada y la ventana una flor
que pudiera recordarme,
que al volver, sería yo de nuevo para mi estupor.
Cumplo con la justa de mi regreso
cuando te atreves a emocionar mi corazón
como hace tiempo, mucho tiempo,
no tenía, pues, ocasión...
Dulce intruso nocturno,
bienvenido visitante vespertino
que te cuelas, por esta vez
en mi destino.
Sientate a mi vera,
escucha el silencio de jazmín
que ha de reunirnos sin palabras,
y no te vayas
hasta que tengas en los labios
un motivo más
para todas mis esperanzas...
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