Por qué te llamo
si apenas conozco tu nombre y tu credo?
Por qué si te sonríes,
yo siempre vuelvo y miro entre tus hoyuelos?
Cuánta ligereza en el tono de tu voz,
cuánta dulzura en tu mirada apenas, casi muda
que no me dice nada,
y sin embargo, casi me desnuda.
Dentro de mi casa, mi reino, mi morada,
yaces tú, rey y maestro de mis deseos,
tienes el poder de tenerme cuando quieras,
muy a mi pesar,
muy sin mi consentimiento.
Y me deshaces y me contraes,
y me incitas y luego me inquietas,
ángel extremadamente pasional
que no alcanzo yo a vislumbrar
como el bien,
como el mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario